Cambios en las dinámicas demográficas globales y la COVID-19

Cambios en las dinámicas demográficas globales y la COVID-19

En el mundo del pasado la gente solía morir joven y por infecciones o enfermedades transmisibles; en las últimas décadas, las personas llegaban a la vejez y fallecían por enfermedades crónicas no transmisibles. Es la Covid-19 un punto de quiebre que cambiará la historia nuevamente? O no modificará significativamente los patrones de mortalidad actual, pero ¿es un recordatorio de que todo puede cambiar?

El mundo ha experimentado cambios demográficos radicales en los últimos 70 años. Pasamos de vivir en un mundo con menos de 2,500 millones de personas en 1950, a uno de casi 8 mil millones en 2020. Muchas causas convergieron para que entre 1960 y 2000 creciéramos casi mil millones de personas por década y alcanzáramos el número actual, por ejemplo: el aumento en expectativa de vida y la disminución de la mortandad infantil en todos los países del mundo, a la par de altas tasas de natalidad que se conservaron en otros países y que algunos aún mantienen; a la vez esto respondió al desarrollo científico y de la agricultura, así como a incentivos y restricciones gubernamentales para promover o restringir el número de hijos. Evidentemente la cultura también fue un factor fundamental que en su momento también aceleró la explosión demográfica y hoy incluso provoca el efecto contrario.   

A principios del siglo XX el mundo solía albergar a un número menor a 1,700 millones de habitantes que, en promedio, vivían menos de 40 años y la mortalidad estaba altamente relacionada con enfermedades infecciosas que se transmitían fácilmente; en la actualidad con una esperanza de vida de alrededor de 80 años en el mundo desarrollado (dependiendo el país), la mayoría de las personas fallece por enfermedades crónicas no transmisibles.

Hoy por hoy, la tasa de mortalidad es 7.54[1] por cada 1000 habitantes, de modo que con una población de prácticamente 8 mil millones de personas[2], podemos calcular que cada año fallecen casi 60 millones de personas; sin embargo, a diferencia de épocas anteriores, solo una minoría de ellas fallece a causa de enfermedades infecciosas.[3]  Como se puede ver a continuación y con base en datos del Institute for Health Metrics and Evaluation, University of Washington, de las 7 principales causas actuales de muerte (2017), solamente una es por enfermedad infecciosa o de transmisión, mientras que el resto son no transmisibles. Paralelamente, en México, con base en datos del INEGI, vemos un patrón similar, aunque con orden distinto.  

 

 

 

 Como se puede notar, actualmente las enfermedades cardiovasculares representan la principal causa de muerte en México y el mundo. Globalmente, con base en la Organización Mundial de la Salud, el número asciende a casi 10 millones de personas[4], mientras que en México está cerca de los 150 mil casos. Por su parte, las infecciones respiratorias provocan alrededor de 3 millones de fallecimientos en el mundo y, como se puede ver, en México se ubican casi en el fondo de la tabla con un número considerablemente menor.

Adicionalmente en México destaca negativamente la diabetes como segunda causa de muerte, a la vez que, a nivel internacional, nos ubicamos en el sexto lugar con alrededor de 13 millones de personas diabéticas (numero uno en términos porcentuales). De hecho, como se aprecia en la siguiente representación gráfica del INEGI, analizando por grupos de edad, se puede ver cómo esta enfermedad es la número 1 en mortalidad en los grupos de 45 a 64 años[5]. Mientras tanto, influenza, neumonía y enfermedades respiratorias aparecen en los últimos lugares del top 10 de causas de mortandad, siendo muy superadas por enfermedades cardiovasculares, cáncer, insuficiencia renal crónica, la mencionada diabetes e, incluso y desafortunadamente, los homicidios, que son la primera causa de muerte en la población de 15 a 44 años.

 

 

Como se puede notar en los cuadros de la gráfica superior, los coloreados en verde que representan enfermedades transmisibles representan una proporción realmente baja del total, destacándose, como ya se ha mencionado, las enfermedades crónico-degenerativas. En este contexto, la aparición de coronavirus causantes de diversas enfermedades como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV), el que ocasiona el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV) o, en la actualidad, la Covid-19, plantean un cuestionamiento a los patrones de morbilidad modernos, para el cual, no podemos estar suficientemente preparados científicamente hablando, pero al mismo tiempo hemos dejado de estarlo emocionalmente, espiritualmente y en expectativas cotidianas.  

Las enfermedades crónicas son enfermedades de larga duración y por lo general de progresión lenta; este tipo de enfermedades nos han permitido prepararnos para enfrentarlas y ganar batallas, aunque eventualmente, muchas veces se pierda la guerra; no obstante, en su naturaleza no brotan espontáneamente en múltiples casos y la progresión nos da la oportunidad de tratarlas, lograr vivir con ellas y, en el último de los casos, prepararnos para la partida del ser querido. Incluso, como no son transmisibles, nos permiten la cercanía con las personas que las padecen. En resumen, el hecho de que estas enfermedades se hayan convertido en la causa de muerte de más de 60% de los casos cada año, nos ha permitido olvidar los tiempos en que las pandemias, inesperada y contundentemente, arrasaban con altos porcentajes de la población de ciudades enteras, precisamente porque eran transmisibles y se multiplicaban rápida y, muchas veces, letalmente. 

Como todos sabemos, con base en los datos con los que se cuenta actualmente, la mortandad provocada por la Covid-19 es muy baja en comparación a la tasa de contagio, lo cual seguramente nos permitirá superar eventualmente la pandemia, sin menospreciar las dolorosas pérdidas humanas y el costo económico-social que vivimos y seguiremos padeciendo. Sin embargo, este virus nos recuerda el mundo en que vivimos hoy respecto al mundo que solía ser; nos obliga a prepararnos mejor para adversidades impredecibles y tal vez incontrolables, pero creo, también, a valorar este mundo que hemos construido y que en ocasiones dejamos de valorar hasta el momento en que se cimbra y se vuelve frágil; el mundo en que gran cantidad de personas llega a la vejez y que nos permite convivir con 3 o 4 generaciones, en que nuestros hijos conocen a sus abuelos y los padres replican su sabiduría múltiples veces; el mundo que nos recuerda que, frente a ciertas circunstancias, lo más valioso es tener a nuestras familias, amigos y a Dios como objeto de nuestro amor y confianza. Como ha pasado en cada crisis, desde hace miles de años, los seres humanos las hemos vencido y hemos salido fortalecidos de las mismas; solo espero que, además, aprendamos y no olvidemos las valiosas lecciones de la que hoy enfrentamos. 



 

[1] https://datos.bancomundial.org/indicator/SP.DYN.CDRT.IN

[2] https://www.worldometers.info/es/

[3] https://vizhub.healthdata.org/gbd-compare/

[4] https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/the-top-10-causes-of-death

[5] https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2018/EstSociodemo/DEFUNCIONES2017.pdf

 

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