El Banco de México, responsable ante el COVID-19

El Banco de México, responsable ante el COVID-19

La disminución en la tasa de política monetaria tendrá un efecto muy limitado en el corto plazo, mientras dure el confinamiento ordenado por las autoridades. Este tipo de políticas monetarias expansivas funcionan fundamentalmente para fomentar la demanda agregada, es decir, fomentar el crédito, el consumo y la inversión, lo cual no será posible mientras que una gran mayoría de las empresas no puedan producir y por tanto proveer los bienes y servicios que demandarían los agentes económicos, por muy baja que sea la tasa de interés.

Adicionalmente, es difícil saber si el banco podrá mantener esta política expansiva durante los siguientes meses ya que no se puede descartar un escenario donde la oferta agregada (es decir, la producción de bienes y servicios) se vea limitada por las secuelas del confinamiento como el cierre de empresas, la pérdida de sus capacidades por los despidos, el dislocamiento de las cadenas productivas, etc.

A medida que aumente la demanda agregada sin que la oferta pueda responder prontamente, las presiones inflacionarias aumentarán, obligando al banco a dejar de bajar la tasa o inclusive a empezar a subirla.

Por otro lado, además de bajar la tasa, el Banco de México anunció medidas extraordinarias para “promover el comportamiento ordenado de los mercados financieros” y apoyar con crédito “a las micro, pequeñas y medianas empresas y a personas físicas afectadas por la pandemia”.

Dado que las políticas económicas se deben juzgar por sus resultados y no por sus objetivos, cabe preguntarnos si las medidas anunciadas tendrán el efecto esperado y podrán ayudar a evitar la crisis económica inminente.

Aunque el monto de los apoyos que anunció el banco parece ser muy grande (750,000 millones de pesos, equivalente al 3.3% del PIB de México en 2019) el impacto de las medidas será limitado, especialmente en lo que tiene que ver con el apoyo a las empresas y a los consumidores.

El Banco de México está actuando de manera responsable, anticipándose a un posible escenario de crisis financiera y del sistema bancario que pueda resultar de un incremento en la cartera vencida y una disminución de las fuentes de fondeo de los bancos (especialmente en dólares) a medida que aumenta la aversión al riesgo en los mercados.

 

 

Ocho de las 10 medidas anunciadas van en este sentido. Al momento, no se ha dado esta crisis financiera ya que los bancos comerciales están bien capitalizados y cuentan con liquidez, pero a medida que las empresas y los individuos no puedan generar ingresos con los cuales cumplir sus obligaciones crediticias, las presiones sobre sistema bancario aumentarán de manera significativa.

¿Qué hay del otro objetivo, ayudar a empresas micro, pequeñas y medianas, así como a los consumidores? El logro de este objetivo es altamente cuestionable. Recordemos que el Banco de México no da (¡ni debe dar!) créditos directamente a las empresas y a las personas sino que son los bancos comerciales los que lo hacen y es aquí donde las cosas se van a empezar a atorar.

Lo que sabemos es que lo que hará el banco central es proveer de fondeo barato a los bancos comerciales y a la banca de desarrollo hasta por 350,000 millones, para que ellos, a su vez, lo canalicen a sus clientes.

Aquí hay varios problemas. En primer lugar, el fondeo estará disponible para instituciones bancarias, las cuales atienden principalmente a las empresas más grandes; no se considera otro tipo de intermediarios como sofipos, cajas de ahorro y, mucho menos, empresas fintech, que sirven a la base de la pirámide y a negocios pequeños y medianos.

Adicionalmente, las reglas establecidas estipulan que los créditos (y las empresas que se apoyen con estos fondos) deben ser de una alta calidad crediticia, superior a “A” en escala nacional. De entrada, muy pocas empresas en México tienen una calificación crediticia y, aún en épocas normales, menos todavía pueden alcanzar una calificación elevada.

Lo que podemos esperar entonces es que los apoyos se concentren en grandes empresas, especialmente aquellas que, por sus capacidades o por el tipo de servicios que proveen, sean las menos afectadas por la crisis y, por lo tanto, las que menos apoyos necesiten. Evidencia anecdótica muestra que, a pesar de las medidas anunciadas, los bancos están cada vez más renuentes a otorgar créditos nuevos, inclusive a empresas sólidas que en otros momentos no hubieran tenido problemas en acceder a financiamiento.

Esto no se debe interpretar como una crítica a Banco de México, que a final de cuentas debe cuidar de la salud de largo plazo del sistema bancario y sería sumamente irresponsable que sus acciones aumentaran la fragilidad de los bancos, lo que, eventualmente, haría necesario un rescate.

Más bien, seamos conscientes de las limitaciones inherentes de la política monetaria y crediticia en una situación como la actual, en la que muchas empresas están al borde de la quiebra no por falta de crédito, sino por un gobierno que no las deja operar y generar ingresos pero que, por otro lado, es implacable en cobrar la mayor cantidad de impuestos posibles.

Un gobierno actuando como un Shylock que exige le paguen la “libra de carne” que le deben, aunque el cumplimiento de esa obligación implique la muerte de quien debe pagar.

Publicado originalmente en Revista Expansión

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